Francisco José Aguiar



LA INEVITABLE MUERTE


(Imagen referencial /Tomada de https://www.estilosalta.com)
POSTED BY: DEPARTAMENTO DE REDACCIÓN 21/05/2019

Francisco Aguiar (*).-

En estas líneas trataré a la inevitable muerte como parte de nuestro fenómeno migratorio: porque merece una consideración especial y porque nos afecta de tal forma que ya no podemos ser los mismos.

            La contra parte de la vida al separar, paradójicamente, une. Cuando alguien fallece, por lo general: los amigos, los familiares y los allegados van a su encuentro para brindarle – bajo la religión que profesen o la creencia que alberguen – el último adiós… último adiós que, entre otras cosas, logra que los seres queridos se consuelen entre sí.

            Privarse de esto genera emocional y psicológicamente problemas. Privarse de esto ahonda el duelo, genera pesar.

            La mayoría de los que enfrentamos – a diario – esta privación; sabemos en carne propia lo que acarrea no ser consolado ni consolar… lo que acarrea la impotencia de querer estar y no poder estar… lo que acarrea llorar a un ser querido a cientos o miles de kilómetros.

            Cuando algún migrante perece, ya sea de forma violenta, natural o por accidente, por los costos excesivos que genera el traslado la familia no puede repatriar los restos, ni mucho menos viajar… ¿cómo podría viajar si las más de las familias venezolanas apenas tienen para comer? Por ello, en la prensa no es raro encontrar notas como esta:  

            “Buscan a los familiares / En la morgue de Medicina Legal permanece el cuerpo de Pedro Pérez, oriundo de Caracas – Venezuela, quien hasta la fecha no ha sido reclamado. El cuerpo ingresó el 16 de mayo y desde ese día, nadie se ha dado a la tarea de reclamarlo. Para mayor información llamar al teléfono…”.

            También están, en la misma condición, los NN (Ningún Nombre), es decir, los que al momento de perecer no contaban con ningún tipo de identificación: llámese cédula de identidad, carnet fronterizo, o pasaporte. Es duro decirlo: la mayoría de los cuerpos no son reclamados y terminan en fosas comunes.  

Cuando algún familiar, amigo, o conocido de un migrante muere, ya sea porque no cuenta con los recursos económicos para despedir al ser querido, o porque el vuelo no salió, o porque cerraron (como siempre cierran) la frontera, o qué sé yo; el migrante se queda con la nostalgia de no haber acompañado al ser amado y con la frustración de no poder remediar este hecho.  

            Imagínense el dolor de una madre que, por estar en Aragua, no pudo ver por última vez al hijo que murió en Montevideo. Imagínense el dolor de una hija que, por estar en Madrid, no pudo ver por última vez a la madre que murió en Nueva Esparta.

           Mi tía Alba Ruiz murió en San Carlos y por estar en Cartagena no pude darle el último adiós. Su muerte no me unió con mis seres queridos. Como dicha unión no fue posible me privé de ese consuelo. ¿Comprenden que gracias al fenómeno migratorio la inevitable muerte tomó un cariz más doloroso? ¿Comprenden que para nosotros, los venezolanos, se ahondó el pesar?

(*) Un cojedeño en Cartagena, Colombia





A una enfermera













En la piel tiene humanidad
y en el alma
la disposición 
de ayudar a cualquiera.
Muchos la ven como un ángel
pero ella se sabe enfermera. 




En las manos tiene candor 
y en el pecho 
vocación 
a toda prueba. 
Muchos la ven como un ángel
pero ella se sabe enfermera. 

En el vestido tiene blancura
y en el ánimo
las ganas de hacer el bien
a quien bien espera. 
Muchos la ven como un ángel
pero ella se sabe enfermera. 





De Francisco Aguiar 































  Líneas, manchas, rasgos o trazos poco definidos: Aspectos denotativos que caracterizan la obra de Daniel Nava 

Daniel Nava mantiene en cada una de sus creaciones la premisa de que lo importante en el arte es la autenticidad y, gracias a esta premisa, ha sido consecuente con sus capacidades expresivas. Este carabobeño, radicado en el estado Cojedes, es un amante del color, un estudioso del arte y conoce a profundidad la vida y obra de Armando Reverón, de Feliciano Carvallo, de Jacobo Borges y de otros artistas que han dejado su impronta en la plástica nacional.
Daniel Nava


Su trabajo se enfoca en el reciclaje de materiales, en el concepto de hacer mucho con poco y se vale de iconos de la fotografía para tomar conceptos y darles un nuevo significado. En cuanto a lo denotativo: las líneas, manchas, rasgos o trazos poco definidos marcan la pauta para expresar el movimiento y el color. 

Nava tiende a usar los colores primarios y derivados inmediatos, es decir, tiende a usar amarillo, azul cyan, magenta, valorizando y degradando con blanco y negro, y hace las mezclas directamente en la obra, muy al estilo de los impresionistas. 

En el 2017 varias de sus creaciones formaron parte de la exposición colectiva “We are on the side of peace” del Hotel Hesperia – Naguanagua y viene de ganar el 2do Festival de los Poderes Creadores del Pueblo, renglón pintura, con la obra titulada “Tierra de gracia”, pieza que fue inspirada en el relato del hombre de maíz que está inmerso en el Popol Vuh y en elementos que representan al estado Cojedes como los Diablos Danzantes de Tinaquillo, las aves que atraviesan la sabana y el llanero con su atardecer. 

Obras como “Ducha en la selva”, “Teatro de San Blas”, (que dedica a su estado natal) y “Vuelo de paz” muestran los aspectos denotativos que resalto en su plástica. Así pues, sin más que agregar, los invito a que se adentren en el mundo de color y espontaneidad de Daniel Nava a través del blog www.artesnava.weebly.com


Texto: Francisco José Aguiar 


Daniel Nava 

Valencia, Edo. Carabobo, 1980. Diseñador Gráfico – Artista Plástico. Instituto de Diseño de Valencia desde el año 2000. Licenciado en Educación en Artes Plásticas Universidad de Carabobo (UC) – Mención Honorífica Magna Cum Laude. Especialidad en fotografía, ilustración, artes visuales e historia del arte. Participante de varias exposiciones entre las que destacan: Bienal de Fotografía Fundación Daniela Chappard (2008), Salón Regional de Fotografía UC (2009) y El cuerpo, un discurso poético de la Feria Internacional del Libro FILUC (2010).




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Lejos de mi San Carlos natal





A Reinaldo Manjarrez.-  Lejos de mi San Carlos natal y con la nostalgia de quien ha dejado su tierra, quizá para no volver, viene a mi mente la vez que mi tía Victoria me señaló uno de los panteones más antiguos del Campo Santo de mi ciudad para decirme: “Aquí yace el poeta Mauricio Pérez Lazo… El autor del Himno del estado Cojedes”.

Las estrofas grabadas en el granito del panteón del juglar cojedeño mostraban el paso del tiempo y le mostraban a mis siete años que un poeta es alguien que vence de algún modo la muerte, puesto que sabía de memoria las estrofas que divisaba con asombro.

Desde ese momento quise ser poeta y me di a la tarea de leer cuanta obra conseguía de este autor, del cual recuerdo con afecto el poemario “Crepúsculos”, desde ese momento intento escribir algo que me sobreviva.

Los derroteros de la vida son tan extraños, y lo que la mente selecciona es tan indefinible, que comparto estos pasajes con la esperanza de que me ayuden a perpetuarlos.

Toda obra es la relación que el artista tiene con su tierra y hoy, que estoy lejos, puedo decir que cada línea que he escrito le pertenece a mi pueblo, pues de una u otra forma me la ha inspirado.

“En las pampas que surca el Cojedes” está la flama que me impulsa a seguir pese a las complejidades que acarrea el exilio. Quiera Dios que pueda volver para trabajar con mi gente: “El trabajo es el numen propicio / genitor de la dicha y el bien”.

A kilómetros de casa me toca ver todo con los ojos de la memoria y aprecio como el que más cada palmo del llano de mis querencias. Hoy, que recuerdo al poeta Mauricio Pérez Lazo y a su himno inmortal, se acrecienta el amor por mi pueblo y el deseo de que pronto recupere su libertad. 


(Francisco José Aguiar Ruiz)




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Ingentes promesas


El transeúnte miró cuando clavaban en el tronco de un samán un cartel de metal que tenía la siguiente inscripción “CRISTO VUELVE”. 


 
Luisiana Pérez


Con el tiempo la inscripción se fue borrando poco a poco a medida que el óxido iba apoderándose del metal. Cierto día, al pasar por el camino que lo conduce hacia su trabajo, miró que de la inscripción no quedaba nada  y recordó al amor que, al igual que Cristo, no volvió… El transeúnte sintió un clavo lacerándole la vida y se conmovió al pensar que el óxido del tiempo puede borrar hasta las más ingentes promesas.

Francisco José Aguiar



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Personas y personajes


A Yara Daniela Suárez

Por el hecho de que personas y personajes me constituyan a su antojo, me siento con la autoridad de escribir en torno a quienes hacen posible que se mantenga abierto el telón de la vida, ya que suelo confundirlos, equipararlos y mostrarme condescendiente con sus caprichos. Ahora bien, en estas líneas quiero rendirles tributo.







Ambos, por regla general, tienen nombres que conforman sus modos de ser. Un autor, con el mismo esmero que los padres ponen al elegir los nombres de sus hijos, es celoso al bautizar a sus personajes. Ernesto Sábato decía que si el personaje que estaba creando debía llamarse Alejandra: Alejandra la llamaba… si la llamase Marta o Ester perdería su rasgo característico, su empuje, su yo vital.  
Otro aspecto, de suma importancia, es que vienen a representar lo que el destino les deparó. Por ello me detendré un momento en El gran teatro del mundo de Pedro Calderón de la Barca. En esta alegoría El Autor tiene la misión de repartir los papeles y El Mundo, que es el gran teatro, la responsabilidad de prestar los recursos a cada recitante.
El Autor, al hacer el reparto, puede decir con desparpajo: tú serás rey; he ahí tus súbditos, tú serás agricultor; preñarás la tierra, tú serás dramaturgo; crearás personajes a imagen y semejanza de las personas que creo. A lo sumo les queda obrar bien y aceptar, por duro que sea, que ningún papel es deleznable: todos tienen un objetivo clave en la escena.
Una persona requiere asumir personajes. Su pervivencia reside en su capacidad de ser otro… y un personaje precisa del aliento de vida de las personas. Sin ese aliento sería ─ en palabras de Juan Carlos Gené ─ un fantasma literario que vaga como una sombra.  
Por último, debo señalar que a diferencia de las personas los personajes no mueren, es más, ni siquiera envejecen… son los únicos seres que pueden sacarle la lengua a la muerte.   


Francisco José Aguiar




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Estos monstruos de la razón


Nova


Cae la tarde y me pongo a pensar en la lucha existente entre la religión y la ciencia. Por un lado están los que desdeñan la teoría evolucionista de Charles Darwin, por el otro, los amantes de la lógica pura, es decir, los que piensan que todo es matematizable. No entienden o no se dan cuenta que son dos aspectos de un mismo fenómeno y en cuanto a la supuesta irreconciabilidad debo enfatizar: sólo es una lucha de poder.
          Un dirigente religioso que en sus discursos censura a Darwin, a Aristóteles, a Einstein, es decir, a la ciencia. No debería usar teléfonos celulares, ni automóviles, ni el confort de una casa convenientemente amoblada. Un científico que en sus tratados censura al espíritu no debería enamorarse. Algo imposible pues hasta el científico más recalcitrante se enamora.
          A los cristianos les enseñan que sólo en la Biblia está la verdad; a los comunistas, que sólo en el Manifiesto de Marx está la verdad; a los científicos, que sólo en los logaritmos, sinusoides, triángulos y letras griegas está la verdad. ¿Se dan cuenta del jaleo que esto forma?
          Me gusta la historia maya de la creación. Los dioses aplicando el método científico de ensayo y error crean al hombre de maíz. Esta historia encierra una significativa enseñanza. El maíz es variado: hay negro, amarillo, blanco, anaranjado. ─ En él se encuentra la variedad de la vida ─. Si comprendemos esto; comprenderemos que nuestra herencia natural es ser diversos.
          Admiro a Charles Darwin por dos cosas, uno, porque amaba a la naturaleza como el que más, dos, porque expuso un gran postulado al hacer hincapié que todo va evolucionando y que desmonte o no el relato de la creación de la Biblia es lo de menos, lo demás es que su teoría da otra concepción del mundo.
          Simón Rodríguez pregonaba el “aprender a aprender” y tenía autoridad para pregonar esto pues la educación cuando es limitada nos limita. La educación cuando enseña sólo un modelo, no libera, todo lo contrario: esclaviza. Al parecer la educación venda los ojos, los venda de tal forma que constriñe toda posibilidad de luz.
          El concepto de universidad que vislumbraron los antiguos griegos se ha perdido. A las universidades tendríamos que llamarlas individualidades, ya que no enseñan a armonizar criterios. Enseñan muchas cosas, es cierto, pero bajo el enfoque de la competitividad y el individualismo.
No debemos oponernos a Jesús de Nazaret, a Gautama el Buda, a Zaratustra, a Lao – Tsé. Sus ideas confieren una visión transpersonal, visión que en la época del hombre cosificado podría ser la piedra angular del restablecimiento. Millones de personas tienen problemas existenciales como nunca antes, yo mismo los tengo, y si me refugio en el arte es porque nunca he olvidado esta línea de Sábato: “El arte es un don que repara el alma de los fracasos y sin sabores”.
Tomás de Aquino supo fusionar ciencia y religión. A pesar de ser católico recibió influencias de Aristóteles, (un griego), de Avicena, (un persa), de Averroes, (un árabe), y de otros polímatas. No en vano su frase más famosa dice: “Teme al hombre de un solo libro”.
El hombre no debe ser sólo científico: el sueño de la razón ─ como muestra el grabado de Francisco de Goya ─  produce monstruos, ni debe ser sólo creyente: la fe cuando vive sola genera fanáticos. . . debe ser científico y religioso a un tiempo. Científico en el sentido del que se vale de la inteligencia para crear bienestar y religioso en el sentido de aceptar los misterios.
Cae la tarde y mi espíritu se intranquiliza al pensar en la existencia de tan bella utopía.







El encanto de una tarde

Si debo elegir una tarde de las que compartí con quienes hacíamos vida en la UNELLEZ – San Carlos, elegiré la del viernes 28 de mayo de 2010. En esa época éramos estudiantes de 3er. semestre de Educación Mención Castellano y Literatura y en el Salón de Usos Múltiples fuimos participes del VII Festival Mundial de Poesía. 
Todo empezó a las 2:30 p.m. con unas dinámicas previstas para tan importante acontecimiento – una de ellas fue un ciclo de adivinanzas relacionadas con el libro –. Pasadas las dinámicas llegó al recinto el profesor Isaías Medina con los poetas Bill Herbert (Escocia) y Pablo Menacho (Panamá).  
Como buen anfitrión presentó a los invitados internacionales y de forma pedagógica refirió que el VII Festival Mundial de Poesía se pensó para celebrar el Bicentenario de nuestra Independencia y para homenajear al escritor santaluciano Derek Walcott  ̶  ganador del premio Nobel de Literatura (1992)  ̶  y con su afecto característico nos invitó a comenzar el recital que teníamos preparado.



De izquierda a derecha los poetas Pablo Menacho, Bill Herbert y Mermin Valiente. 


En dicho recital participó Deissy Silva, Kelbisarel Roman, Meralis Carrillo, Mermin Valiente y mi persona, pero fue el poeta Mermin Valiente quien deleitó a los presentes con un soneto de su autoría titulado “Es la vida”. Concluidas nuestras lecturas le obsequiamos a los presentes el libro del filósofo venezolano José Manuel Briceño Guerrero que se titula  La casa del verbo, varios de los números de la revista Memoralia y le cedimos la palabra a Pablo Menacho. 
Menacho habló de su trayectoria literaria y del amor que siente por el Canal de Panamá: amor que se dejó entrever en el poema titulado “La sola mar” y en varios de los poemas que describen magistralmente la provincia de Herrera. Luego comenzó una ronda de preguntas y respuestas relacionadas con la literatura panameña, sobre su mundo editorial y sobre las luchas que ha tenido que realizar por décadas esa nación para tener el control del Canal que sirve para la navegación interoceánica. 
Cuando llegó el turno de Bill Herbert la barrera del idioma se solventó gracias a una traductora joven y bonita llamada Argelia. . . el apellido de la traductora nunca lo supimos pues cuando iba a dar su apellido el profesor Isaías Medina dijo: “Ahora si es verdad que en esta universidad somos internacionales. . . tenemos a Escocia, a Panamá (con ademán cómico) y a Argelia”. 
Herbert leyó un poema extenso donde describió de forma detallada las colinas de su Dundee natal y reseñó su vida artística. Llegada la ocasión Jesús Alvizu le preguntó por William Wallace y por las luchas que ha librado el pueblo escocés para obtener su independencia y Sasha Moncada que si permitiría una compilación de sus textos con trovadores latinoamericanos. 
El invitado respondió sus inquietudes y habló de un poema sobre el bien y el mal que habitúa declamar en Escocia a modo de contrapunteo, (donde a veces hace del maligno y a veces del juglar que lleva la antorcha del bien) y quiso saber que si aquí existía un poema similar. 
Para satisfacer esa curiosidad, el profesor Isaías Medina hizo una disertación del afamado poema de Alberto Arvelo Torrealba que narra la gesta de Florentino y el Diablo de manera formidable. Cuando terminó dicha disertación el reloj marcaba las 5:00 p.m., esta hora anunciaba el fin del Festival en nuestra casa de estudio y sellaba para siempre el encanto de una tarde.  


Francisco José Aguiar 



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La magia de los espejos
(A Guillermo Meneses)


Un espejo es un artículo insustituible para alquimistas, espiritistas y adivinos, y como comprendo que ficción y realidad en la literatura se funden. . . me valdré de ello para abordar su magia con algunos clásicos. No en orden cronológico ni de relevancia, sino en el orden en que mi corazón los ha acunado.  


Ilustración de Daniel Nava

*Si pienso en un escudo – espejo, pienso en la silueta de Medusa inmersa en el metal bruñido, en una mano que se levanta empuñando una espada (la de Perseo), para decapitar al monstruo petrificador de hombres.
*Narciso es interesante no por su belleza, sino por el lago – espejo. Narciso tiene la utilidad de un tesoro sumergido. 
*Una ciudad – espejo como el Macondo de Aureliano Babilonia: muestra que toda ciudad puede desaparecer sin dejar rastros.
*Si tomo a colación un portal – espejo tomaré el de Alicia. . . no sin antes aclarar que no todos los portales son azogues: los hay traslucidos. 
*Las Crónicas de Indias están plagadas de algo que me gusta llamar oro – espejo. Los aborígenes le intercambiaban a los europeos oro constante y sonante por cristales azogados. Tal era su fascinación. 
*El utensilio – espejo es el más común pero no hay que restarle importancia. Existe en diferentes formas y lo encontramos en tocadores, lavamanos, automóviles, en fin, en muchos lugares y sirve para que rostros como el de Frankenstein, el de Quasimodo, el de Helena o el de Cleopatra se enfrenten a ese juez pero bajo diversos veredictos. 
Siempre me han obsesionado los espejos, quizá porque tengo la necesidad de reflejar lo que soy, y si he abordado estos clásicos no es para desentrañar sus misterios. Desentrañar misterios nunca me ha interesado. Prefiero vivirlos. 

Francisco José Aguiar
Ilustración de Daniel Nava



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Luciérnagas


El poeta romántico Víctor Hugo, en el célebre clásico que lleva por título Los miserables, es tajante al clasificar a la humanidad en luminosos y tenebrosos. Pero estas líneas (por razones obvias) se las dedico a los que como dignos hijos de Prometeo tienen el fuego sagrado e iluminan al mundo. 

Johann Carl Loth 
(Imagen aportada por el autor)



Uno de estos hijos era el filósofo Diógenes de Sinope, quien iba por su ciudad (a plena luz del día) con una lámpara buscando a los hombres honestos…otro de sus vástagos era nuestro Simón Rodríguez, quien cansado de tanta incomprensión instauró una fábrica de velas para, al menos de esa forma, seguir dando luz.
En el relato de Eduardo Galeano titulado El mundo, un hombre del pueblo de Neguá “dijo que somos un mar de fueguitos” y que hay fuegos que arden con tantas ganas que “quien se acerca, se enciende”. Esto – como lo constata la tradición oriental – ocurre cuando el discípulo encuentra al maestro.
Voy por estos pasajes con el candor que produce lo amado y con el ánimo de quien es feliz al recordar líneas que lo han hecho feliz. La vida es breve, lo que podemos aprehender es limitado. Hay quienes pretenden saberlo todo, como Fausto (el personaje esencial de la obra de Goethe), pero se equivocan de medio a medio. 
Sigo con lo amado y formulo esta pregunta: ¿cuántas páginas escribió el prolífico poeta barinés Orlando Araujo? Los eruditos lo saben. Yo recuerdo dos pensamientos de este autor, recuerdo  que  un amigo es el espejo donde tú eres él; que no hay que apagar esa luz ni fallarle en cualquier oscuridad y que “con la investigación histórica nos buscamos en la memoria de los otros”.
Las iluminaciones son como un relámpago y nosotros rasgamos o intentamos rasgar – como el Libertador Simón Bolívar – un instante las tinieblas, fulgurar apenas sobre el abismo… no importa que después nos perdamos en el vacío, y este ensayo, es producto de los fogonazos de las luciérnagas que admiro y que deslumbran mi incesante caminar. 


Francisco José Aguiar. 

San Carlos, Edo. Cojedes, 1985. Narrador, poeta y dramaturgo. Lcdo. en Educación. Mención Castellano y Literatura por la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (UNELLEZ). Cursó el Taller de Formación Teatral que auspició la Compañía Nacional de Teatro (CNT) en el 2014. La Revista Memoralia publica el monólogo que se titula La Alcantarilla en el 2015.


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